La Cuaresma, día tras día, con Maurice Zundel.
Maurice Zundel (1897-1975), sacerdote suizo, escritor, poeta, teólogo y – según Pablo VI – “un genio espiritual”.
14. Llamados a escondernos en el corazón de Dios
Jamás ha tenido la Iglesia tanta necesidad de almas contemplativas, de almas silenciosas, de almas crucificadas, de almas penitentes, de almas silenciosas, una vez más, de almas escondidas en el misterio de Jesús, de almas que asumen la humanidad y el universo, de almas que aceptan estar en agonía hasta el fin del mundo con el Amor Infinito.
Y, puesto que los ruidos les llegan, los ruidos de la crisis (postconciliar), puesto que ustedes tienen ocasión de leer los reportajes de los periódicos que día por día reportan manifestaciones de la crisis, no pueden permanecer ajenas a la situación: es un llamado inmenso, una invitación a la santidad. Una sola alma que se da a fondo, una sola alma que se da a fondo es una victoria infinita de Dios, una victoria infinita del Amor, ya que estamos en el reino de las personas y no en el de los pueblos, y, mientras más oímos los ruidos de la protesta, más llamados estamos a escondernos en el corazón de Dios, más invitados a entrar en el silencio, más invitados a hacernos pobres de nosotros mismos.
No olvidemos que en el siglo 13, el siglo de la escolástica, el siglo de la Inquisición, el siglo de las cruzadas, apareció San Francisco de Asís, un hombre en la pobreza, en el silencio, un hombre en el amor ardiente que encendió una luz que nunca se apagará. No hay razón de pensar que en nuestro siglo no pueda levantarse una luz semejante. Jamás la Historia lo ha exigido tanto, jamás los problemas han sido más vivos, jamás las controversias han sido más profundas, jamás se ha pedido a los hombres de manera más radical renunciar a la ambigüedad: hay que escoger entre un Dios poderoso y un Dios Amor, hay que escoger entre la libertad y la dependencia, hay que escoger entre el matrimonio de amor y la sumisión del esclavo.
No hay duda, Nuestro Señor nos pide lo que nos ofrece: hacer una sola vida con Él, identificarnos con Él y hacer de nuestra vida simplemente el sacramento silencioso de la Suya.