
P. Manuel João, Comboniano
Reflexión dominical
de la boca de mi ballena, ela
Nuestra cruz es el púlpito de la Palabra
¿Dónde hundimos nuestras raíces?
Año C – Tiempo Ordinario – 6º domingo
Lucas 6,17.20-26: “Bienaventurados vosotros, los pobres… ¡Pero ay de vosotros, los ricos!”
El Evangelio de hoy nos presenta las Bienaventuranzas en la versión de san Lucas. El texto se compone de cuatro bienaventuranzas y cuatro advertencias, marcadas por cuatro “bienaventurados vosotros” y cuatro “¡ay de vosotros!”. Jesús declara bienaventurados a los pobres, los hambrientos, los afligidos y los perseguidos; y advierte a los ricos, los saciados, los que ríen y los que son alabados por los demás.
Por un lado, las palabras de Jesús nos fascinan, pero por otro, nos incomodan, porque proponen criterios que chocan profundamente con nuestra mentalidad actual. ¿Quién puede realmente decir que es pobre y tiene hambre? Quizás afligido y perseguido, a veces. San Mateo las “espiritualiza”: “Bienaventurados los pobres de espíritu”, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”… Sin embargo, san Lucas las “materializa” sin concesiones.
Nuestro espíritu percibe la verdad y la belleza de esta nueva visión de la vida, encarnada en la misma persona de Jesús, pero nuestra mente inmediatamente comienza a relativizarla, considerándola irrealista, mientras que nuestro inconsciente trata de suprimirla lo más rápido posible. Es realmente una gracia dejarse interpelar por esta palabra. De hecho, es grande la tentación de decir, como en otra ocasión: “Esta palabra es dura, ¿quién puede escucharla?” (Juan 6,60).
En esta palabra, como en muchas otras del Evangelio, se cumple lo que dijo el profeta Jeremías: “¿No es mi palabra como fuego – oráculo del Señor – y como un martillo que quebranta la roca?” (Jeremías 23,29). En otro pasaje, dice que la palabra, en lo más profundo del corazón, provoca un gran dolor interno (Jeremías 4,29). ¿Qué mejor deseo, entonces, que salir de la celebración dominical con “un gran dolor de estómago”? Sería una señal de que estamos en el camino correcto. La alternativa, de hecho, es irse tristes, como el joven rico. ¡Escuchar esta palabra nos sana y nos salva del peligro de llevar una vida sin sentido!
El contexto de este evangelio
San Lucas nos dice que Jesús se retiró solo a la montaña y pasó toda la noche en oración. Jesús es el Maestro de la oración porque enseña a partir de su propia experiencia. El evangelista destaca que Jesús siempre rezaba antes de tomar grandes decisiones. La narración continúa diciendo que, por la mañana, Jesús llamó a todos sus discípulos y eligió a doce de ellos, a quienes llamó apóstoles (Lc 6,12-13).
Después, Jesús baja con sus discípulos y se detiene en un lugar llano. Mientras que en san Mateo Jesús pronuncia su discurso en la montaña, símbolo de la cercanía con Dios, en san Lucas lo hace en la llanura, símbolo de cercanía con la gente, donde puede ser fácilmente alcanzado por todos. De hecho, “había una gran multitud de sus discípulos y una gran muchedumbre de gente” que habían venido de todas partes “para escucharlo y ser sanados de sus enfermedades”. Toda la multitud intentaba tocarlo, “porque salía de él una fuerza que sanaba a todos” (Lc 6,17-19).
En esta vasta escena de humanidad, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, proclama las bienaventuranzas. El Señor levanta la mirada porque habla desde abajo. Dios es humilde y no se sitúa por encima de nosotros.
Algunas claves de lectura
Bienaventurados vosotros, los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
Bienaventurados vosotros, los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados.
Bienaventurados vosotros, los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien… por causa del Hijo del Hombre.
Observemos que:
- En la Sagrada Escritura ya encontramos esta forma literaria de bendiciones y maldiciones (véase la primera lectura de Jeremías y el Salmo 1). Los rabinos en tiempos de Jesús también la utilizaban.
- Mientras que san Mateo presenta las bienaventuranzas en un estilo sapiencial, enunciándolas en tercera persona del plural: “Bienaventurados los pobres”, san Lucas adopta un estilo profético, más directo, dirigiéndose a sus discípulos en segunda persona: “Bienaventurados vosotros, los pobres”.
- Cada bienaventuranza está acompañada de un “porque”. Pero, ¿cuál es la razón fundamental de estas afirmaciones tan paradójicas? Jesús no consagra ni idealiza la pobreza. La pobreza, el hambre, la aflicción y la persecución son realidades negativas que deben ser combatidas. La buena noticia es que Dios no tolera estas injusticias, tan extendidas en nuestro mundo, y se hace cargo de la causa de los pobres. Jeremías, en la primera lectura, afirma que la verdadera bienaventuranza nace de la confianza en el Señor: “Bendito el hombre que confía en el Señor y pone en él su esperanza”.
- En la primera bienaventuranza, Jesús emplea el verbo en presente: “Bienaventurados vosotros, los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios”, mientras que despues usa el futuro. ¿Cómo explicarlo? Las bienaventuranzas tienen una dimensión ya presente, pero también una proyección futura hacia su plena realización. Paradójicamente, por lo tanto, en la misma experiencia del sufrimiento es posible encontrar la alegría. Un ejemplo elocuente es el de los apóstoles Pedro y Juan, quienes, después de haber sido azotados, “salieron del sanedrín gozosos de haber sido considerados dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús” (Hechos 5,41).
En una estructura simétrica, Jesús presenta cuatro advertencias, los cuatro “ayes”:
¡Ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados, porque tendréis hambre!
¡Ay de vosotros, los que ahora reís, porque os lamentaréis y lloraréis!
¡Ay de vosotros cuando todos los hombres hablen bien de vosotros…!
Observemos que:
- Mientras que en la versión de san Mateo Jesús se limita a proclamar las ocho bienaventuranzas (más una dirigida directamente a sus discípulos), en la versión de Lucas encontramos solo cuatro, pero con la adición de cuatro “ayes”, en contraposición a los “bienaventurados vosotros”.
- El término “ay” se usaba en el ámbito profético para anunciar calamidades. Sin embargo, estos “ayes” de Jesús no son maldiciones, sino expresiones de dolor y compasión. Podrían traducirse como “¡pobres de vosotros!”. Mientras que las bienaventuranzas son una felicitación a los “bienaventurados”, los “ayes” tienen el tono de un mensaje de duelo.
- ¿Por qué Jesús advierte a los ricos? No se trata de una visión clasista. En realidad, la riqueza a menudo está asociada con la injusticia, que genera pobreza y sufrimiento.
Para la reflexión personal
Las bienaventuranzas son el camino que Jesús propone hacia la felicidad, para llevar una vida hermosa, fecunda y significativa. El profeta Jeremías la compara con un árbol siempre verde y fructífero, cuyas raíces se extienden hacia el río. En contraste, una vida no arraigada en Dios es como el tamarisco del desierto, que “no verá el bien cuando llegue y habitará en una tierra árida, en un desierto salado donde nadie puede vivir”. Todo depende, pues, de dónde hundimos nuestras raíces. ¿Dónde hunden las mías?
P. Manuel João Pereira Correia, mccj
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