P. Manuel João, Comboniano
Reflexión dominical
de la boca de mi ballena, ela
Nuestra cruz es el púlpito de la Palabra

Año C – Tiempo Ordinario – 2º domingo
Juan 2,1-11: «Este fue el comienzo de los signos realizados por Jesús»

Estamos en el segundo domingo del Tiempo Ordinario del año litúrgico. Después del Bautismo de Jesús celebrado el domingo pasado, hoy el Evangelio nos presenta el episodio de las bodas de Caná. Las fiestas de los Magos, el Bautismo de Jesús y la memoria de las bodas de Caná forman una tríada de “epifanías” – es decir, “manifestaciones” – que, según la antigua tradición cristiana, estaban incluidas en la fiesta de la Epifanía.
El milagro de la conversión del agua en vino, que tuvo lugar durante las bodas de una pareja anónima en Caná de Galilea, un pueblo cercano a Nazaret, se relata exclusivamente en el cuarto Evangelio. Aparentemente, se trata de un relato sencillo. Sin embargo, el hecho de que Jesús comenzara su vida pública con un prodigio como este resulta sorprendente. También llama la atención la importancia que el evangelista atribuye a este evento.
El papel secundario de los novios, el énfasis en María y Jesús como figuras centrales de la escena, y la elección de este milagro como “el comienzo de los signos” sugieren que, detrás de la aparente sencillez del relato, se oculta un significado más profundo. Los estudiosos consideran que este texto es una auténtica obra maestra joánica, rica en simbolismo. El relato es una fina trama de hilos que conecta numerosas referencias bíblicas.

Intentemos explorar algunos de estos hilos:

1. El pasaje comienza precisando que era “el tercer día”(un detalle omitido en el texto litúrgico). ¿A qué se refiere exactamente el evangelista? En el contexto judío, las bodas se celebraban los martes, el tercer día de la semana, que comenzaba después del sábado. Al conectar este “tercer día” con las referencias previas de “al día siguiente” (Jn 1,29.35.43), podemos observar una estructura simbólica: una semana inaugural (4+3), que recuerda la semana inicial de la creación. Además, en el Nuevo Testamento, el “tercer día” adquiere una connotación pascual: es el día de la resurrección. El cuarto Evangelio fue escrito a la luz del “tercer día”. Nosotros también estamos llamados a interpretar nuestra vida a la luz del “tercer día”. ¿Somos capaces de ver los eventos cotidianos desde la perspectiva de la Pascua del Señor?

2. «Hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús». ¿Por qué estaba María presente? Probablemente por algún vínculo familiar con los novios. Sin embargo, el evangelista nunca menciona el nombre de María, ni en este episodio ni al pie de la cruz (Jn 19,25-27). Para San Juan, el título de “madre de Jesús” es una expresión de honor que subraya su papel único. ¡Que también ella sea una invitada privilegiada en nuestros hogares!

3. «Jesús y sus discípulos también fueron invitados a la boda». Es la primera vez, en el Evangelio de Juan, que se menciona explícitamente al grupo de discípulos. A partir de este momento, ellos se convierten en la familia de Jesús y lo acompañan a todas partes. Nosotros también, como discípulos, estamos invitados hoy a estas bodas. Observemos que el primer encuentro no tiene lugar en el templo ni en la sinagoga, sino en una casa, en el contexto de una celebración, en un entorno secular. ¿Qué habrán pensado los antiguos discípulos de Juan el Bautista, tan austero? ¿Y qué piensan hoy los cristianos “serios” que consideran la vida cristiana como pura renuncia y sacrificio? Jesús, al participar en esta fiesta, nos invita a redescubrir a un Dios cercano, que celebra la vida con nosotros. ¿Qué imagen de Dios predomina en mi relación con el Señor?

4. «Cuando se acabó el vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”». El vino es el protagonista del relato. Es símbolo de alegría. ¿Por qué se acabó? ¿El novio había calculado mal? Hay que recordar que las bodas duraban, por lo general, una semana. ¡Algunos incluso culpan a Jesús, que llegó con un numeroso grupo de discípulos! María nos enseña aquí el delicado y precioso ministerio de la intercesión: presentar al Señor las situaciones donde “falta el vino” en los lugares que frecuentamos.

5. «Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tiene que ver esto contigo y conmigo?”». Esta respuesta ha suscitado mucha controversia. ¿Por qué Jesús llama a María “Mujer”? También lo hace cuando la confía al discípulo amado al pie de la cruz. No se trata de un término frío o distante, como podría parecer. Al contrario, es un título cargado de significado simbólico. Pensemos en Eva, la Mujer, “madre de los vivientes” (Génesis 3,20). Mujer también simboliza a Israel (palabra femenina en hebreo), la esposa de Dios (ver la primera lectura de hoy). Mujer es también la representación de la Iglesia (Apocalipsis 12).

6. «Aún no ha llegado mi hora». ¿A qué hora se refiere? ¿Al inicio de su actividad? En el Evangelio de San Juan, Jesús utiliza esta expresión para referirse a la hora de su “glorificación” en la cruz. Aquí podemos notar una significativa diferencia entre los tiempos de Dios y los nuestros. Jesús dice a sus familiares, que lo presionaban para manifestarse en Jerusalén: «Mi tiempo aún no ha llegado; el tiempo de ustedes, en cambio, siempre está listo» (Jn 7,6). ¿No es a veces esta también nuestra pretensión, en la oración, de querer convencer a Dios de ajustar sus tiempos a los nuestros?

7. «Su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que él les diga”». Es conmovedora la confianza humilde de María, así como es edificante la obediencia de los sirvientes (diakonois), que llenaron hasta el borde las seis tinajas, símbolo de imperfección (7-1). ¡Esta es la verdadera diaconía: hacer lo que el Señor nos dice, incluso cuando no comprendemos plenamente su significado!

8. «Esto, en Caná de Galilea, fue el comienzo de los signos realizados por Jesús; manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él». Este fue el primero de los siete signos/milagros. El último será la resurrección de Lázaro. ¿Cuál es la gloria de Jesús? La del Mesías. La sobreabundancia era el signo de la llegada de los tiempos mesiánicos: «La tierra dará sus frutos diez mil veces más; en una vid habrá mil sarmientos, cada sarmiento mil racimos, cada racimo mil uvas, y cada uva dará un kôr de vino» (Apocalipsis griego de Baruc, apócrifo del siglo I d.C.). Jesús es el Esposo y en Caná ya anuncia el banquete final que Juan contemplará en el Apocalipsis: «Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una novia adornada para su esposo» (21,2).

La epifanía de Jesús en las bodas de Caná nos invita a contemplar la vida como el lugar de la manifestación de Dios, aprendiendo a leer los signos de su presencia a la luz del “tercer día”, el día de la Pascua.

P. Manuel João Pereira Correia, mccj