P. Manuel João, Comboniano
Reflexión dominical
de la boca de mi ballena, ela
Nuestra cruz es el púlpito de la Palabra

Año B – Tiempo Ordinario – 18º domingo
Juan 6,24-35: “Yo soy el Pan de la vida”

Después del relato de la multiplicación de los panes, hoy, y durante los próximos tres domingos, continuaremos la lectura del capítulo 6 del evangelio de San Juan, una larga catequesis sobre el significado del “signo” (milagro) realizado por Jesús. Regresados de las cercanías de Tiberíades, ahora estamos en Cafarnaúm, en la sinagoga (v. 59). Recordemos el contexto. Después del milagro, “Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para hacerlo rey, se retiró de nuevo al monte él solo”, mientras sus discípulos, al atardecer, subieron a la barca y se dirigieron hacia Cafarnaúm. La liturgia ha omitido esta segunda unidad del capítulo (6,16-21), que narra el episodio de Jesús que, caminando sobre las aguas, alcanza a sus discípulos en la barca.

Un discurso en diálogo

La reflexión sobre el “signo” se presenta en forma de diálogo entre la multitud y Jesús. Encontramos tres preguntas y una petición de la multitud, a las cuales Jesús responde con otros tantos intervenciones.

1. “Rabí, ¿cuándo llegaste aquí?”. La MULTITUD quedó sorprendida porque no había encontrado a Jesús donde había estado el día anterior, es decir, en las cercanías de Tiberíades.
– JESÚS, en lugar de responder a su pregunta, va directo a la intención de su BÚSQUEDA: “En verdad, en verdad os digo: vosotros me BUSCÁIS no porque habéis visto signos, sino porque comisteis de aquellos panes y os saciasteis”; y concluye con una exhortación: “Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna”.

2. “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”. La MULTITUD pide una aclaración sobre el que “hacer”, es decir, qué OBRAS realizar.
– JESÚS les responde que una sola OBRA es necesaria: “Esta es la OBRA de Dios: que creáis en aquel que él ha enviado”.

3. “¿Qué signo haces tú para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?”. Dado que Jesús reclama una confianza total en su persona, la MULTITUD pide una señal adicional, una obra más grande que la que Jesús había hecho. Jesús había alimentado a una multitud de cinco mil y una sola vez, mientras que, según ellos, Moisés con el maná había alimentado a todo un pueblo durante cuarenta años.
A lo que JESÚS responde: “En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio el PAN del cielo, sino que es mi Padre quien os da el PAN del cielo, el verdadero”. Es decir, no Moisés sino el Padre, que había dado el maná en el pasado, ahora les ofrece el “pan verdadero”, realmente “bajado del cielo”.

Esta primera parte del diálogo se concluye con la “oración” de la multitud: “Señor, danos siempre de ese pan”. ¿Pero qué pan? Jesús responde con una revelación: “¡Yo soy el pan de la vida!” YO SOY (“Egō eimì”, en griego) es una alusión al nombre de Dios.

Hasta aquí se podría decir que la multitud manifiesta una cierta receptividad. Al fin y al cabo, han buscado a Jesús, han pedido explicaciones y han formulado una especie de “oración”. Sin embargo, notamos una persistente ambigüedad de fondo. Mientras Jesús intenta llevarlos a la lectura espiritual, profunda, del “signo” milagroso, la multitud permanece fijada en el pan material. Veremos qué sucederá en los próximos tres domingos. No podemos sin embargo juzgarlos y mucho menos condenarlos, ya que ellos no son más que el espejo de nuestra realidad.

Profundizar el signo

Tratemos de profundizar en el “signo”, pidiendo al Padre que nos atraiga hacia Jesús. Él nos dirá el próximo domingo: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió” (v. 44). Hagamos este trabajo de profundización a través de tres vocablos o conceptos que sintetizan el diálogo entre Jesús y la multitud: la búsqueda, la obra y el pan.

1. La BÚSQUEDA. El relato comienza con la búsqueda. La multitud busca a Jesús y lo encuentra en Cafarnaúm. La búsqueda es una actitud natural de quien experimenta su propia indigencia, en sus variadas formas. Es también la actitud del creyente sediento de Dios: “Desde el alba te busco, oh Dios” (Salmo 63). El tema de la búsqueda es querido por San Juan. Las primeras palabras de Jesús son: “¿Qué buscáis?”, dirigidas a los dos que lo siguen (Juan 1,38). Denunciando la no autenticidad de la búsqueda de la multitud, Jesús interpela también a cada uno/a de nosotros. ¿Qué busco yo en mi relación con Cristo? ¿Simplemente una ayuda, un beneficio, una gracia o una consolación? ¿O realmente busco establecer con él un vínculo auténtico de amor y confianza? Nuestra respuesta puede parecer casi obvia, pero no es así. Solo un examen continuo y sincero de nuestras motivaciones más profundas llevará adelante un largo, arduo y a veces incluso doloroso trabajo de purificación.

2. LA OBRA. La única obra del creyente es buscar, conocer y amar cada vez más a su Señor. Cada día nos afanamos por ganarnos el pan material. Un esfuerzo similar debería ser puesto en el conocimiento del Señor, a través de la Palabra de Dios, la oración y la reflexión sobre los eventos de la vida. ¡El día en que no he crecido en el conocimiento del Señor ha sido un día desperdiciado!

3. EL PAN. El pan es el tema central de las lecturas. Lo encontramos mencionado innumerables veces en la primera lectura, en el salmo y en el evangelio. ¿De qué pan se trata? Sí, se trata también del pan material, porque cuando falta el pan fácilmente se pierde la libertad. Lo vemos bien retratado en la primera lectura (Éxodo 16) donde Israel añora el tiempo de la esclavitud en el que podía comer carne y pan hasta saciarse. Por comer, los jornaleros se dejan explotar muchas veces por los capataces. Por comer, tantas jóvenes mujeres se ven obligadas a prostituirse en las calles de nuestras ciudades. Por comer, vendemos nuestra dignidad, ¡como Esaú por un plato de lentejas!

Pero “no solo de pan vive el hombre”. La Palabra de Dios nos invita a tomar conciencia de los diferentes tipos de hambre que hay en nuestro corazón y de cómo y con qué los estamos saciando. Jesús se propone como el “Pan de vida” que sacia el hambre y la sed de vida que llevamos dentro de nosotros. Jesús no está aún hablando de la eucaristía, sino de sí mismo como la PALABRA bajada del cielo. “La Palabra se hizo carne” (Juan 1,14). Entonces podemos orar en verdad como la multitud del evangelio: “Señor, danos siempre de este pan”, el Pan que eres tú, Palabra del Padre, bajada del Cielo.

P. Manuel João Pereira Correia mccj
Verona, 2 de agosto de 2024