P. Manuel João, Comboniano
Reflexión dominical
de la boca de mi ballena, ela
Nuestra cruz es el púlpito de la Palabra

Año B – Tiempo Ordinario – 15º domingo
Marcos 6,7-13: “Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos”

La temática central de las lecturas de este XV domingo es la vocación y la misión:
– la vocación/misión del profeta:
“El Señor me sacó de detrás del rebaño y me dijo: “Ve a profetizar a mi pueblo Israel”.” (primera lectura, Amós 7,12-15);
– la vocación/misión del cristiano: “En Padre nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.” (segunda lectura, Efesios 1,3-14);
– la vocación/misión del apóstol: “Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros.” (evangelio).

Algunas reflexiones sobre la Vocación

Antes de pasar al pasaje del evangelio, reflexionemos un momento sobre este binomio vocación y misión, es decir, llamada y mandato, elección y encargo, seguimiento y apostolado… las dos dimensiones inseparables del ser y del hacer.

Primero que todo, eliminemos de la mente la vieja idea de que la vocación atañe solo a sacerdotes y monjas, religiosos y misioneros o, en el mejor de los casos, a algún laico llamado a desempeñar una tarea particular en la comunidad cristiana. En realidad, la vida cristiana es vocación, ya sea vivida en una especial consagración o en la vida laical y matrimonial. Es más, se podría decir, en un sentido amplio, que la “vocación” caracteriza toda vida humana, como búsqueda de sentido.

En segundo lugar, sería engañoso pensar que la cuestión de la vocación atañe solo a los jóvenes en busca de un proyecto de vida o del plan de Dios sobre ellos. Abarca todo el arco de nuestra existencia. La “búsqueda vocacional” no cesa una vez que hemos aprendido qué quiere Dios de nosotros, sino que continúa toda la vida. “Cada mañana despierta mi oído para que escuche como los discípulos” (Isaías 50,4). Vivir nuestra vida en tensión vocacional da a cada momento un sabor de frescura y novedad. De lo contrario, fácilmente caemos en el cansancio de la gris cotidianidad. Para ser fieles a la vocación no basta avanzar por inercia. Hay que reavivar continuamente el fuego de la llamada, como Pablo recomendaba a Timoteo: “Te recuerdo que reavives el don de Dios que está en ti mediante la imposición de mis manos.” (2Timoteo 1,6). Nuestro “Sí” debe ser renovado cada día, de lo contrario se desgasta y descolora.

Finalmente, me atrevería a decir que nuestro “Sí” no atañe solo al presente y al futuro, sino incluso al pasado porque, por extraño que nos pueda parecer, la fidelidad pasada nunca está segura hasta el “Sí” final. Hoy puedo arrepentirme de una elección que, en su momento, hice con alegría y generosidad. Es más, el gran “Sí” renovado al pasado puede ser aún más comprometedor que el “Sí” de hoy, hecho, tal vez, por fuerza o por inercia. Esto explica cómo tantas vocaciones, consagradas o matrimoniales, terminan en amargura o fracaso. Aquí reside la suprema bienaventuranza – la de la salvación – que Jesús proclama precisamente en el contexto del envío de los Doce en misión: “El que persevere hasta el fin será salvo” (Mateo 10,22).

Después de estas consideraciones, tal vez no del todo pertinentes, pasemos a subrayar algunos aspectos del evangelio de hoy.

Las tres etapas de la vocación

El pasaje del evangelio comienza diciendo que “Jesús llamó a los Doce”. Hay tres llamadas especiales en nuestra vida. Primero, está la llamada personal: “Pasando, Jesús vio a Simón y a Andrés… a Santiago y a Juan… y los llamó” y ellos se convirtieron en DISCÍPULOS (Marcos 1,16-20). ¡Esta llamada también nos ha alcanzado a cada uno de nosotros!

En un segundo momento, está la llamada comunitaria: “Subió al monte, llamó a los que quiso y ellos fueron a él. Designó a doce – a los que llamó apóstoles –, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar.” (Marcos 3,13-14). Así los discípulos se convirtieron en una COMUNIDAD. Todos somos “convocados”, ‘llamados juntos’. ¡No hay vocaciones ‘privadas’!

Finalmente, está la vocación apostólica, el envío en misión. Es el momento presentado en el evangelio de hoy: “Jesús llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos” y ellos se convirtieron en APÓSTOLES. Toda vocación desemboca en la misión. Una misión comunitaria (de dos en dos), eclesial, ¡no de francotiradores!

Aquí se trata del primer envío de los Doce, un ensayo en vista del envío final, después de la resurrección, que los caracterizará definitivamente como “apóstoles”, enviados, misioneros: “Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda criatura.” (Marcos 16,15). Veamos, pues, más de cerca esta tercera etapa.

Nuestra misión prolonga la de Jesús

Los apóstoles prolongan la misión de Jesús (Marcos 3,14-15): anunciar el Reino de Dios, expulsar demonios y sanar a los enfermos. Por eso, el Señor les transmite su poder: “los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros”. El Evangelio de Marcos es conocido por resaltar la actividad de Jesús al expulsar espíritus impuros. ¿Por qué lo hace? No solo para demostrar el poder divino de Jesús, sino para evidenciar que el Reino de Dios está avanzando y derrotando el reino de Satanás.

Los apóstoles son conscientes de haber recibido este “poder sobre los espíritus impuros” y lo ejercen con éxito. Lamentablemente, con nosotros a menudo no es así. No tenemos fe en este don que nos es conferido con el sacramento de la confirmación. Por miedo o cobardía, a menudo no combatimos el mal y así permitimos que los “espíritus impuros” se expandan en nuestros ambientes de vida.

La misión del bastón y las sandalias

Una vez conferido este poder, el Señor “Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas”. Esta orden de Jesús pone en crisis a cualquier misionero. Es la única vez en el evangelio de Marcos que Jesús ordena algo a los discípulos. Lo ordena porque esto no es algo natural. Nosotros estamos tentados a hacer misión con medios poderosos y eficaces. En el fondo, no confiamos en el poder de la Palabra de Dios y su providencia. Instintivamente, buscamos otras seguridades humanas.

Hasta que no seas pobre, todo lo que des es solo ejercicio de poder”, dice Silvano Fausti. La vida y la misión, sin embargo, se encargan de despojar al apóstol. El fracaso, las desilusiones, la oposición, la fragilidad… nos llevan a la conclusión de que la misión se lleva a cabo en la debilidad para que pueda manifestarse en nosotros el poder de Dios (2Corintios 12,7-10).

Si echamos un vistazo a los textos paralelos de Mateo (cap. 10) y Lucas (cap. 9 y 10), notaremos que Jesús dice que no se procuren ni siquiera el bastón y las sandalias. En este caso, el bastón es considerado el arma del pobre y la misión debe hacerse desarmada. Para Marcos, en cambio, el bastón es el utensilio del peregrino que le ayuda a caminar. Además, es el signo del poder que Dios da a su enviado, como el bastón de Moisés. Las sandalias para Mateo y Lucas son un lujo. Para Marcos, en otro contexto cultural, son signo de libertad. Los esclavos iban descalzos. La evangelización, sin embargo, lleva un mensaje de libertad.

Para concluir, preguntémonos:

1) ¿Soy un cristiano peregrino o un cristiano sedentario, con demasiados “equipajes” para poder moverme?
2) ¿En mis debilidades reconozco la acción de Dios que me despoja de las falsas seguridades?
3) ¿Cuál es el “bastón” en el que me apoyo para caminar?
4) ¿Soy un cristiano pascual, “con el cinturón ceñido, las sandalias en los pies y el bastón en la mano” (Éxodo 12,11), siempre listo para partir?

P. Manuel João Pereira Correia mccj
Verona, 11 de julio de 2024